Cuentos yucatecos de Eduardo Galeano
Leer últimamente sobre la propagación de mosquitos con enfermedades mortales nos recordó nuestra historia favorita sobre ellos, la cual proviene del libro Génesis de Eduardo Galeano, el primero de su trilogía llamada Memoria del fuego. Prometemos relatar ese memorable cuento, pero antes, permítannos presentarles a este autor increíble y contarles la historia detrás de esta trilogía.
Eduardo Galeano dejó este planeta a principios de este año, el 13 de abril de 2015. Créanlo cuando les decimos que estamos disminuidos por esta pérdida. Aunque Eduardo Galeano fue un escritor y periodista uruguayo, el alcance de sus intereses y comentarios fue global, y fue respetado en todo el mundo literario. La trilogía Memoria del fuego es una de sus obras más conocidas, y fue una que conocimos cuando nos mudamos a Mérida en 2002. Es, sin duda, una visión única de la historia de América Latina. "Soy un escritor", dijo alguna vez el autor sobre sí mismo, "obsesionado con recordar, con recordar el pasado de América y sobre todo el de América Latina, una tierra íntima condenada a la amnesia".
Bueno, eso podría decirse de muchas tierras, por supuesto. Pero tal vez ninguna área del mundo tenga más que olvidar que América Latina.
En el prefacio del libro Génesis, Galeano dice que fue un pésimo estudiante de historia y que para él, las clases de historia eran como "la Región de los Muertos". Y no creemos que lo dijera en el buen sentido, como el Día de Muertos. Sentía que la historia estaba “ahogada en fechas” y “aprisionada en museos” y esperaba “devolverle el aliento, la libertad y la palabra”. En un ensayo sobre él, el escritor Tariq Ali dijo que toda la obra de Galeano “está impregnada de la idea de la democracia de masas, mediante la cual los pobres y oprimidos logran su autoemancipación a través de la acción común para alcanzar objetivos limitados o más amplios. Galeano fue un Simón Bolívar moderno, que intentaba lograr con la pluma lo que el Libertador intentó con la espada: la unidad de su continente contra los imperios, viejos y nuevos”.
La trilogía Memoria del fuego es tanto un libro de historia de América Latina como una colección de cuentos muy cortos y viñetas. Cuando lo conocimos, nos dijeron que Galeano comenzó investigando a fondo registros originales de bitácoras de barcos desde la época de la conquista, mientras estaba en la ciudad portuaria española de Barcelona, tras haber sido exiliado de Uruguay. Los tres libros son fáciles de leer, fáciles de dejar cuando uno ha tenido suficiente, y fáciles de retomar sin perder el hilo. Los libros son un mosaico, donde cada diminuta tesela es una pequeña joya por derecho propio, y el conjunto de todas las piezas o historias crea una magnífica obra de arte. Scott Sherman dijo sobre la trilogía: “Indiscutiblemente la obra maestra de Galeano, Memoria del fuego es una especie de historia secreta de las Américas, contada en cientos de viñetas caleidoscópicas que resucitan las vidas de campesinos y esclavos, dictadores y sinvergüenzas, poetas y visionarios”.
Leer Memoria del fuego brinda una exquisita mezcla de placer y dolor, como una buena dosis de habanero en un taco de cochinita. El placer proviene de la forma en que escribe Galeano, poética y apasionadamente. El dolor viene de las historias que cuenta, ya que la historia de América Latina está llena de asesinatos, traiciones, torturas y opresión. Comienza con los mitos de creación más antiguos y lleva sus relatos hasta el año 1900, terminando, como la suerte o el destino quisieran, con tres relatos sobre Yucatán.
Comenzando con mosquitos
Comenzamos nuestra historia con el recuerdo de un relato sobre mosquitos, que se nos quedó grabado desde el día en que lo leímos, hace años. Como prometimos, aquí está ese cuento en su totalidad:
Había muchos muertos en la aldea de los nootkas. En cada muerto había un agujero por donde le habían robado la sangre.
El asesino, un niño que ya mataba antes de aprender a caminar, recibió su sentencia rugiendo de risa. Lo atravesaron con lanzas y él, riendo, se las sacaba del cuerpo como si fueran espinas.
—Les voy a enseñar a matarme —dijo el niño.
Sugirió a sus verdugos que encendieran una gran hoguera y lo arrojaran al fuego.
Sus cenizas se desparramaron por el aire, ansiosas de hacer daño, y así comenzaron a volar los primeros mosquitos.
Finalizando con Yucatán
En los dos últimos libros de la trilogía, cada historia tiene una fecha y una ubicación. Las tres últimas historias del segundo libro, titulado Caras y máscaras, están fechadas en 1900.
La primera de estas tres últimas está fechada en 1900, Mérida, Yucatán, y se titula Henequén.
Uno de cada tres mayas en Yucatán es esclavo, rehén del henequén, y sus hijos, que heredan sus deudas, también serán esclavos. Las tierras se venden completas, con indios incluidos, pero las grandes plantaciones de henequén usan métodos científicos y maquinaria moderna, reciben órdenes por telégrafo y son financiadas por bancos de Nueva York. Máquinas raspadoras a vapor separan las fibras; y trenes de International Harvester las transportan a un puerto llamado Progreso. Mientras tanto, los guardias encierran a los indios en barracas al caer la noche, y al amanecer montan a caballo para arrearlos de vuelta a las hileras de plantas espinosas.
Con hilo de sisal, hilo de henequén, se puede amarrar todo lo que hay en la tierra, y cada barco en el océano usa cuerdas de henequén. El henequén trae prosperidad a Yucatán, una de las regiones más ricas de México: en Mérida, la capital, rejas doradas impiden que mulas e indios pisoteen jardines mal copiados de Versalles. El carruaje del obispo es casi idéntico al que usa el papa en Roma, y desde París llegan arquitectos que imitan castillos medievales franceses, aunque los héroes de hoy parten no por princesas cautivas, sino por indios libres.
El general Ignacio Bravo, ojos como cuchillos, bigote blanco, boca apretada, ha llegado a Mérida para exterminar a los mayas que aún hacen sonar los tambores de guerra. Los cañones de San Benito saludan al redentor del henequén. En la Plaza de Armas, bajo laureles frondosos, los amos de Yucatán ofrecen al general Bravo la espada de plata que espera al conquistador de Chan Santa Cruz, la ciudad sagrada de los rebeldes en la selva.
Y entonces cae la lenta tapa de la noche.
Del corrido mexicano del Batallón 28
Ya me voy, ya me voy,
ya me voy con gran placer,
porque dicen que los mayas
de puro susto van a perecer.
Ya me voy, ya me voy,
al otro lado del mar,
porque dicen que los indios
ya no tienen dónde escapar.
Ya me voy, ya me voy,
Dios te abrigue, mi lucero,
porque dicen que los mayas
van a arder como el buen leño.
Ya me voy, ya me voy,
para el invierno pasar,
porque dicen que los mayas
se van derecho a quemar.
La segunda de las historias de 1900 ambientadas en Yucatán se titula La serpiente de hierro y está ambientada en el pueblo de Tabi (la Hacienda Tabi está retratada a la derecha):
En primera línea, truenan los cañones, derriban barricadas y aplastan a los moribundos. Detrás de los cañones los soldados, casi todos indios, prenden fuego a las milpas de las comunidades y disparan máuseres de repetición contra armas viejas que se cargan por el cañón. Detrás de los soldados, peones, casi todos indios, tienden rieles para el ferrocarril y levantan postes para el telégrafo y la horca.
El ferrocarril, serpiente sin escamas, tiene la cola en Mérida y su largo cuerpo crece hacia Chan Santa Cruz. La cabeza llega a Santa María y salta a Hobompich y de Hobompich a Tabi, lengua doble de hierro, veloz, voraz. Rompiendo selva, cortando tierra, persigue, ataca y muerde. En su marcha reluciente traga indios libres y esclavos.
El santuario de Chan Santa Cruz está condenado. Había nacido medio siglo antes, del pequeño crucifijo de caoba que apareció en la maleza y dijo: “Mi padre me ha mandado a hablar con ustedes, que son tierra.”
La última historia del segundo libro se titula El profeta:
Aquí ocurrió, hace más de cuatro siglos. Tendido en su petate, boca arriba, el sacerdote-jaguar de Yucatán oyó el mensaje de los dioses. Le hablaron a través del techo, sentados sobre su casa, en un idioma que nadie entendía.
Chilam Balam, él que era la boca de los dioses, recordó lo que aún no había sucedido y anunció lo que sería:
“El palo y la piedra se alzarán a la lucha… Los perros morderán a sus amos… Los que tienen tronos prestados vomitarán lo que tragaron. Muy dulce, muy sabroso fue lo que tragaron, pero lo vomitarán. Los usurpadores partirán hacia los confines de las aguas… Entonces ya no habrá más devoradores de hombres… Cuando termine la codicia, la faz del mundo quedará libre, sus manos quedarán libres, sus pies quedarán libres.”
Aunque escribe con gusto poético, estas historias están basadas en hechos históricos y los documentos en los que se basan están cuidadosamente citados en los libros. La historia de Tabi y la de Henequén están tomadas de La Guerra de Castas de Yucatán, de Reed Nelson, y El profeta de El libro de los libros de Chilam Balam de Alfredo Barrera Vásquez y Silvia Rendón. Por último, el corrido mexicano es citado de El corrido mexicano, de Vicente Mendoza.
El final de la trilogía
Al final del tercer libro, titulado El siglo del viento, Galeano escribe lo siguiente:
1986: Montevideo: Una carta
Mi querido Cedric:
Ahí va el último tomo de Memoria del fuego. Como verás, termina en 1984. ¿Por qué no antes o después? No lo sé. Quizá porque fue el último año de mi exilio, el fin de un ciclo, el fin de un siglo; o quizá porque el libro y yo sabemos que la última página es también la primera.
Perdóname si salió muy largo. Escribirlo fue una alegría para mi mano; y ahora me siento más que nunca orgulloso de haber nacido en América, en esta mierda, en esta maravilla, en este siglo del viento.
Nada más por ahora, porque no quiero enterrar lo sagrado con palabrería.
Abrazos,
Eduardo
Comprender Yucatán, México y más allá
Si te interesa Yucatán, y cómo su historia se enlaza con la de México y América Latina, te invitamos a leer estos libros. Sobre el primer volumen, una reseña del New York Times lo llamó “una especie de Biblia, una recopilación grabada del alma mitológica e histórica de los pueblos de América del Norte, Central y del Sur, que el lector ignora o desacredita bajo su propio riesgo.” En su homenaje a Galeano tras su muerte, Tariq Ali escribió sobre la trilogía: “Historia escrita como poesía, tres volúmenes de viñetas, cada una una perla que forma un collar deslumbrante.”
Galeano fue un soñador, un escritor, un creyente en la esperanza y en la humanidad... tenía fe en la humanidad y nunca perdió la esperanza. Te dejamos con esta última historia, de 1984, titulada Volando:
Raíz honda, tronco alto, frondoso ramaje: desde el centro del mundo se yergue un árbol sin espinas, de esos árboles que saben entregarse a los pájaros. Alrededor del árbol, parejas que bailan, ombligo con ombligo, ondulan con una música que despierta piedras y enciende el hielo. Mientras bailan, visten y desvisten al árbol con cintas que vuelan de todos los colores. En esta costa de Nicaragua, atormentada, invadida sin cesar, bombardeada sin tregua, la fiesta del Palo de Mayo se celebra como siempre.
El árbol de la vida sabe que, pase lo que pase, la música cálida que gira en torno a él no se detendrá jamás. Por mucha muerte que venga, por mucha sangre que corra, la música bailará hombres y mujeres mientras el aire los respire y la tierra los labre y los ame.
¡Sigan bailando!
Comments
Nancy 10 years ago
Thank you very much for writing about books that will help people understand more about the Yucatan peninsula, its history and culture. It is a subject that interests me but it is quite a search to find bibliographies and sometimes difficult to find the books, especially in translation. Someday I hope to be able to read the histories, novels, and stories in Spanish! Please keep including information like this in your magazine.
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Working Gringa 10 years ago
Thank you, Nancy! We think it is very important to understand Yucatan's history and we will keep it up!
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