Yucatan Living

¡A la playa!

Ayer, mientras el mundo leía sobre Mérida y lo barato que está el mercado inmobiliario por acá (¿cómo? ¿todavía no lees el artículo del New York Times?), algunos de nosotros, afortunados residentes, decidimos salir de Dodge por el día. Era un día hermoso para ir a la playa, y uno de los muchos beneficios de vivir aquí es que la playa no está lejos. ¡Así que allá fuimos!

Y no cualquier playa, tampoco. Una playa amplia, de arena blanca, donde nadie te dice que amarres a tu perro. El perro está feliz, hay muchísimas conchas, el agua está tibia y el sol brilla con fuerza. Intenta caminar con dos perros sin correa en una playa de California, a menos que seas dueño de una casa por allá. Incluso entonces podrías tener problemas.

Por supuesto, siempre hay una sombra, una nube en cada cielo, por así decirlo. Así que sería un descuido de nuestra parte no mencionar que también es una playa donde puedes encontrar bichos del tamaño de un paquete de cigarros. Por suerte, el bicho que encontramos apenas se movía en el momento de esta foto. No me gustaría toparme con ese bicho en un callejón oscuro. Parecía una especie de cucaracha voladora. ¡Qué bonito!

Pero no dejamos que un bicho gigante medio muerto arruinara nuestro día perfecto. ¡Claro que no! No solo fue un día hermoso en la playa, también fue un día de mercado hermoso en el pueblito de Hunucmá, de regreso. El pueblo estaba en pleno domingo de mercado, con hermosos viejitos con sombrero calentando las bancas del parque, y jóvenes dándole los últimos toques al redondel temporal para la corrida de más tarde. Las mujeres andaban vestidas con sus huipiles más limpios haciendo las compras del domingo, los niños jugaban y el aire era cristalino y claro bajo un cielo azul salpicado de nubes. ¿Qué podría agregarse para hacer esta imagen perfecta?

¡Pues cochinita, por supuesto! Los mejores tacos de cochinita de la Península, al menos esa mañana. Era la segunda vez que comíamos en la casita de la callecita detrás del mercado, y el dueño ya nos reconoció. Sirve la cochinita en unas mesitas de plástico en su porche, mientras su esposa pone los trastes de plástico. Cocina la cochinita en un horno bajo tierra en su patio cada sábado por la noche para servirla los domingos. Dice que es su propia receta con naranja dulce, que es buena para el estómago. No sé qué tan buena sea para el estómago, ¡pero seguro que es una delicia para el paladar! No has vivido de verdad hasta que te has comido unos cuantos tacos de cochinita, escurriendo salsa de naranja, coronados con una rebanadita de habanero recién cortado de la mata que tienes enfrente. Y todo eso bajado con una auténtica Coca-Cola mexicana, ¡famosa en todo el mundo! Ahora sí, eso es vivir en Yucatán.